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232 - ¿Hombres de Negro en Japón?

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Descripción de 232 - ¿Hombres de Negro en Japón?

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Este audio le gusta a: 83 usuarios

Comentarios

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laurihormiga

Yo estoy de acuerdo tambien de que el senyor viejoven era un kabukiman borraxo Y por eso no se acordaba de la contrasena de la maleta Gorile pawa

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Sinuhe117

Difícil decir cuál es el caso que me ha gustado más... Japon, simplemente por su cultura, nos presenta la forteanidad en si misma.... Si a una cultura que se rige por otros valores les añades hombres de negro la mezcla puede ser uja locura.... Dos de los casos se me hacen relativamenete faciles de explicar, el del señor del autobus con maquillaje, podria ser un artista kabuki que viniera de cogerse una buena cogorza.... De ahi su comportsmiento raro.... El caso del taxista me parece un juego de espias.... Tal y como indicabais.... Alex me das una envidia sana que no puedo con ella.... Algún dia llegará mi momento y haré mi viaje a Japon!! #Forteanfeeling!

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Joan McArra

Buen programa chavales !! ( Vamos como siempre ). Os invito a que echéis un vistazo a mi pequeño podcast y si os apetece podéis recomendarlo. Sólo sé, que os va a agustar. Un saludo !! http://www.ivoox.com/podcast-mitos-leyendas-del-aragon-demonio_sq_f1269736_1.html

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Bueno

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Quincas Borba

Qué buenas historias! Malditos MIB, fueron responsables indirectos de que me regañara mi esposa, porque estaba escuchando el programa en la cama, mientras ella dormía, y no pude evitar la risa con los que buscaban a Mr. Yamada y con el pasajero forteano del papá de Alex. Al día siguiente el almacenero de la esquina me contó una historia similar: alguien pregunta el precio de una botella de concentrado de jugo de naranja y cuando le contestan dice que es barato, la paga y pide que le entreguen una botella determinada (exactamente igual a las demás) después de varios minutos de búsqueda (esa no, esa no, esa tampoco…). Paga y en la puerta del negocio empieza a derramar el jugo en la vereda hasta llegar a la esquina, cuando se acaba el jugo y tira la botella. A mi me sucedió una similar, tomando un café, en la mesa de al lado se sienta un muchacho con una taza y dos medialunas y se queda mirándolas fijo más de diez minutos, luego se levanta y camina en dirección opuesta a la puerta hasta toparse con una pared, se da vuelta y camina hacia la puerta y se va-sin haber tocado ni la taza ni las medialunas. Le dije a mi mujer “¿será un hombre de negro?” y ella con buen criterio: “no, un loco”. Gracias y saludos!

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Hostia parrafada!!

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Fichaje Diaz Curilla

vaya comentario,en fin,oara cuando especial sobre osnis?

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damone

Me encanta vuestro sentido del humor. Os escucho currando y me descojono cada dos por tres; menudo temple tenéis a veces para no hacerlo vosotros. Pero que vuelvan las intros y se le de más repercusión al Corto, al Silver Górile y por supuesto a los Pavos de Miguelete.

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LA MUY BUENA GENTE

hombres de negro en España , tal vez " La madrugada del domingo 5 de febrero, de 1978, Julio F. de 30 años, decidió salir de caza acompañado de su fiel perro Mus, un pointer inglés, a una zona cercana al pueblo de Casavieja en la provincia de Ávila. Sin embargo obedeciendo a un “impulso” desconocido, en esos momentos, decide cambiar su ruta y se dirige hacia Medinaceli, dentro de los límites de la misma provincia. Por el camino ocurre un hecho tremendamente singular. Sobre las 4:30 horas, Julio F. percibe una “extraña voz”, que se superpone a la música que escucha en el radiocassette de su vehículo, que le indica que se detenga en un determinado hostal de carretera. En aquella cafetería (Hostal 113) el testigo es atendido por un camarero de 1´90 metros de altura, de pelo rubio, que al testigo le parece más bien una peluca, y utilizando unos guantes amarillos de goma. El recinto tiene un fuerte olor a pino y mientras que nuestro protagonista permanece allí nadie más entra en el local. El camarero le sugiere un lugar de caza “pasada la carretera de Soria”. Antes de las 6:00 horas Julio enfiló el camino para el lugar señalado, pero en un carril su Seat 127, se detiene misteriosamente. Todo el sistema eléctrico del coche dejó de funcionar. Incluso su reloj de pulsera quedó paralizado. Malhumorado salió del vehículo para ver qué es lo que fallaba, entonces su perro comenzó a mostrarse muy inquieto. Armado con su escopeta Julio F. observa como unas sombras se acercan. Las siluetas tienen un ligero resplandor que se difumina al acercarse al testigo. Al aproximarse comprueba que se trata de dos humanoides muy altos, de unos 2 metros de altura, de complexión atlética que visten unos trajes ajustados de color verde pastel. Sobre las cabezas llevaban una especie de capucha de color amarillo que les dejaba el rostro al descubierto. Sus cráneos eran enormes, así como sus ojos redondos y azules. Tenían la piel pálida, sin bello, con una barbilla inusualmente puntiaguda y la nariz recta. Sus manos tenían los dedos muy largos, cosa que distinguió perfectamente a través de los guantes amarillos que portaban. Julio no sintió miedo e incluso tranquilizó a su perro para que no les atacara. Desde un primer momento, aseguro a los investigadores bajo hipnosis, que no sintió temor alguno ante su presencia y supo que procedían de otro mundo. Con extremada amabilidad le pidieron que les acompañara y el testigo notó que la voz resonaba en su mente. “Se comunicaban conmigo mediante imágenes semejantes a diapositivas, que yo sentía, más que veía. Ellos también podían leer mis pensamientos. Me miraban fijamente a los ojos con una mirada penetrante y tranquilizadora” describió el testigo a los investigadores, tal y como recogió Ribera en su libro “Secuestrados por extraterrestres”. Tras andar unos metros, Julio se sorprende al ver un enorme disco de color plata mate, de unos 70 metros diámetro, flotando a escasos metros del suelo en total silencio. Conducido a su interior gracias a un “ascensor” que se hallaba en el centro del aparato, Julio F. es trasladado hacia la cabina central, donde observa distintos paneles con aspecto de “computadoras”, pantallas transparentes, sillas en forma de V y una “camilla”. “El techo era abovedado. El suelo parecía de cristal liso, totalmente pulido y luminiscente. En todo el interior del platillo reinaba una intensa luz blanca que no procedía de foco alguno, sino que parecía emanar de todas partes. Allí adentro no se proyectaba sombra alguna. En el centro había una especia de consola, con una pantalla parecida a la de cinerama, alargada, más alta en sus extremos y que se estrechaba en el centro. Ante ella, dos sillones muy extraños: descansaban en un soporte cónico que se estrechaba al llegar al suelo, encajándose en una especia de guía sobre la que se desplazaban cuando pulsaban unos botones ocultos bajo el brazo de los mismos”. La iluminación parecía provenir del techo y le daba a toda la estancia una claridad brillante que no deslumbraba. Dentro había un olor idéntico al del Hostal 113, por lo que los investigadores dedujeron que el aroma a pino quizás fuera ozono. A todo esto su perro Mus le acompañaba en la insólita aventura. En aquella sala había otro humanoide que también le tranquilizó. Lo más curioso es que la habitación estaba circundada por ventanas rectangulares por la que se veía el exterior como si fuera completamente de día. Algo desconcertante fue el momento en que Mus comenzó a “olisquear” a uno de los tripulantes y éste mostró cierto temor ante las reacciones del can. Los humanoides le pidieron permiso para examinar al perro cosa que hicieron en una camilla negra, que tenía una extraña pantalla, donde al colocar al animal éste quedo paralizado. Le extrajeron sangre de una pata con ayuda de una “jeringuilla” de color gris plomizo. Tras esto, los seres comenzaron a manipular los controles de las “computadoras” con una agilidad pasmosa, mientras Julio observaba en silencio. En total había 5 tripulantes, tres hombres y dos mujeres. Julio quiso saber entonces de donde procedían los misteriosos visitantes: “Les preguntó de dónde venían, a lo que ellos respondieron con signos mentales -escribió posteriormente Ribera en su libro Abducción (1988). El ufólogo catalán explicaba que los símbolos: eran muchos pero Julio recuerda principalmente 2 que recibía de forma insistente. El primero parecía un 3 y un 7 unidos, y el segundo se asemejaba a dos paréntesis enlazadas por un par de rectas (…) también cree haber captado una especie de lambda y una jota al revés con un trazo vertical” . De pronto en una de las pantallas, tras escucharse repetidas veces un pitido, apareció otro ser, de mayor edad, de 55 ó 60 años, que parecía ser el jefe de la tripulación. Conversando en un idioma que parecía “alemán y chino” les daba unas instrucciones que evidentemente Julio no comprendió, pues la “telepatía” se vio interrumpida en el momento que comenzó a hablar el jefe. Tras el mensaje la pantalla volvió a su transparencia. En una de las múltiples sesiones de hipnosis a las que fue sometido Julio, el testigo hace referencia a un extraño episodio donde es paralizado y conducido “levitando” hacía un habitáculo descrito como una “esfera transparente”, donde es desnudado y sometido a un examen médico, con una bola metálica de la que surgen finos cables que se introducen por todos los orificios de su cuerpo. También nota como le extraen muestras con una jeringuilla de la espalda. Después de éste episodio, Julio F. informa que la nave despegó y realizaron un corto viaje “fuera de la Tierra” que les hizo flotar ingrávidos por la estancia. El testigo indica que las estrellas no parpadean, lo que sugiere a Antonio Ribera que Julio F. no miente: “el parpadeo sólo puede apreciarse dentro de la atmosfera terrestre, pues es debido a una refracción de la luz”. Al regresar a tierra, después del pequeño periplo espacial, Julio decidió, como la cosa más normal del mundo, fumarse un pitillo, ante lo cual sus anfitriones se limitaron a solicitarle un cigarrillo para examinarlo, aunque el testigo invito a uno de ellos a fumar, cosa que no hizo. El cazador confesó a los investigadores que a falta de “ceniceros” depositó las cenizas en el suelo de la estancia. En la última parte del encuentro, los humanoides comenzaron a interrogar al testigo con preguntas que le parecieron un poco absurdas, pues parecían ignorar muchas cuestiones. Le interpelaron indistintamente sobre política, economía o la propia caza de animales. Recelando de los seres, pues pensaba que le tomaban el pelo, al hacer “preguntas tan simples” Julio comenzó a desconfiar y a sentirse incomodo. Como intuyendo el malestar del testigo, los tripulantes del gigantesco platillo volador le invitaron a abandonar la nave. Tras llegar a tierra se encaminó hacía su vehículo y asombrado comprobó que arrancó a la primera. Julio F. estuvo 3 horas en el interior de la nave. Hay que señalar que los recuerdos conscientes del testigo se detenían en el momento que salió del Hostal 113 y el resto fue recuperado totalmente gracias a las sesiones de hipnosis a las que se sometió el testigo por parte del parapsicólogo José Luis Jordán Peña, la hipnóloga Ana Mozo, Maite Pérez Álvarez doctora y bióloga y el siquiatra e hipnólogo Dr. Jesús Durán. Referido al Hostal 113, el investigador José Antonio Campaña comprobó, entrevistando al dueño del establecimiento, que el local no abre antes de las 8:00 horas del domingo y que no tiene ningún empleado de las características reseñadas por Julio. Personados en el lugar del supuesto encuentro del testigo con el “platillo volador” los investigadores tampoco pudieron encontrar ningún tipo de marca o huella anómala que indicara la presencia de aquel enorme objeto."

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TERRA INCOGNITA

@Mariosky, imposible entender tu último comentario. Supongo que será un efecto colateral del HAARP (Álex)

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