Lo del triste final del alcalde Rodolfo Hernández, no es algo que sorprenda. Es lo que quienes le acolitaban, temían y que el resto de ciudadanía estaba esperando.
Si bien es cierto arrinconó a quienes ostentando el poder político de la ciudad, sindicó de ladrones y corruptos, sin que en defensa de su honor, éstos sabrá Dios por qué sería, no fueron capaces de demostrar lo contrario; sin embargo el alcalde Rodolfo Hernández, también, dizque por supuestas ligerezas de los suyos, resultó y hasta más untado que esos fulanos; entonces qué?, paisanos.
Pues todos quedaron a la altura del estiércol, pero calladitos pasaron de agache, menos el ingeniero que emocionado con el cuento de su imaginaria popularidad se “alebrestó” y no le dio sino por la medio pendejadita de auto-promocionarse comprando entrevistas y publirreportajes nacionales como candidato a la Presidencia de Colombia y pobrecito, se le cayó la estantería
Pero volviendo a cómo deja este señor a Bucaramanga, lo único que se ve es absoluto deterioro de su calidad de vida, estancamiento en obras de gran magnitud, pésima movilidad, con invasión de todos sus espacios públicos, inseguridad general, desorden total, íntegra anarquía, informalidad galopante, canchitas en los sectores más pobres de la ciudad y bombas de tiempo tan peligrosas como todas las que sembró con sus “atolondradas” expresiones de hacerse el “pingo”.
Esta fue una administración mediocre. RHS no logró consolidar un buen equipo de trabajo. No fue capaz de tener unos secretarios de despacho que pudieran hacerse cargo de sus despachos con un liderazgo que valiera la pena.
Este fue un mal gobierno que se quedó enredado por los continuos escándalos del alcalde. Pero no es que durante su administración él haya alterado su manera de ser. No señores. El alcalde siempre ha sido así, chabacán, ordinario, grosero y agresivo, que por el desespero de la ciudadanía que venía de alcalde en alcalde convertida en víctima de todos esos “avechuchos”, le dio “papaya” y cataplúm nos ganamos lo peor.
Pese a todo, a Dios, gracias; por liberarnos del esperpento y ojalá después de la catastrófica experiencia, cogiendo vergüenza, no sigamos siendo tan “caídos del zarzo”.
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