EL EXTRAÑO:
Escrito entre marzo y agosto de 1921 por El Maestro Howard Philips Lovecraft, el relato"El Extraño" se publicaría por primera vez con el título oríginal "The Outsider", en abril de 1926 en la revista Weird Tales. El argumento nos conduce a través de los pensamientos de un misterioso personaje cuyas divagaciones se sumergen en las inquietantes visiones de una memoria enrarecida, abandonada a su suerte en las ruinosas y oscuras galerías de un castillo subterráneo. El tortuoso paso del tiempo y su oscuridad, empujan a nuestro protagonista en una frenética búsqueda de luz, que le llevará a descfirar el perdido enigma de su memoria.
H.P Lovecraft escribiría en su correspondencia personal, que de entre todos sus relatos "El extraño" sería el más similar a las maneras de su ídolo, Edgar Allan Poe. En él imprimiría según sus propias palabras, "el apogeo de la imitación inconsciente de Poe". Y resulta fascinante para muchos de sus admiradores comprobar como el personaje absorve en gran medida la identidad desconcertada y solitaria del Maestro Lovecraft, que en todo momento se sintió ajeno a las aceleradas y superficiales inquietudes de su tiempo, estancado quizá, en la negrura de una mazmorra de ensoñaciones; extraviado, deformado, olvidado en el renacer de la vida, temeroso de la tan deseada madurez, maravillado y aterrado ante el poder inigualable de la grandiosa muerte...
Si son ustedes de los que padecen el indecible terror mañanero de su propio rostro reflejado en el espejo, o si tienen el privilegio de contar con algún compañero de piso subterráneo, que a penas abandona ya las fronteras de su alcoba salvo para horrorizar a sus comensales con la terrible efigie de su enjuto semicadaver. No lo duden, escribannos a noviembrenocturno@gmail.com y nos lo traemos al programa, aquí podrá alimentarse de cereales con leche y malvivir escribiendo junto al resto de nuestro inexistente equipo de guionistas.
EL ALMOHADON DE PLUMAS:
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas niñerías de novia. Ella lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba profundamente, sin darlo a conocer.
Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca -su trompa, mejor dicho- a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin duda su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.
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