EL ENTIERRO PREMATURO:
El entierro prematuro (The Premature Burial) es un relato de terror del escritor norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849), publicado en julio de 1844 en el periódico The Philadelphia Dollar Newspaper.
El entierro prematuro explora un miedo bastante extendido en la época de Edgar Allan Poe. Los casos de personas enterradas vivas eran algo habitual por aquel entonces. Semanalmente se publicaban episodios de exhumaciones con espeluznantes hallazgos, por ejemplo, de personas que habían luchado tenazmente para salir de sus ataúdes, sepulcros y criptas.
El mérito de E.A. Poe fue haber canalizado ese temor en un relato que habla sobre el miedo a ser enterrado vivo, no de un enterramiento propiamente dicho.
El protagonista de El entierro prematuro padece un tremendo trastorno conocido como catalepsia. Este padecimiento lo lleva a perder el conocimiento con frecuencia, manifestando un descenso de las pulsaciones y los signos vitales, lo cual lo hace presumir que algún día lo darán por muerto y lo entierren vivo.
Es difícil determinar si la fobia a ser enterrado vivo es la causante de los desmayos o si éstos alimentan sus miedos. En cualquier caso, su condición se agrava con el tiempo. Constantemente tiene pesadillas atroces, en especial estando lejos del hogar, rodeado de personas que ignoran su enfermedad y que podrían, llegado el caso, darlo por muerto durante un episodio de inconsciencia.
Para evitar estos sobresaltos el protagonista construye un complejo dispositivo funerario, con un equipo instalado que le permitirá pedir ayuda en caso de despertarse dentro de su ataúd.
El miedo a ser enterrado vivo es uno de los tantos temores contemporáneos que Edgar Allan Poe utilizó como disparador de sus relatos. En este caso, el tema del entierro en vida se encuentra presente en varios de sus cuentos, entre ellos: Berenice (Berenice), La caída de la casa Usher (The Fall of the House of Usher) y El barril de amontillado (The Cask of Amontillado).
Aquel extraño dispositivo diseñado por el protagonista de El entierro prematuro no es una invención de E.A. Poe. De hecho, eran algo común entre las personas adineradas que temían encontrarse en circunstancias indudablemente comprometidas. Uno de los casos más conocidos es el de Hans Christian Andersen, quien dejó instrucciones para evitar ser enterrado prematuramente.
El miedo a ser enterrado vivo estaba tan extendido en Inglaterra que incluso se fundó una organización para prevenir las apresuradas actas de defunción. Fue conocida como Society for the Prevention of People Being Buried Alive, en español: Sociedad para la prevención del enterramiento prematuro.
Naturalmente, el miedo a ser enterrado vivo marca el final de muchas leyendas de ultratumba, por ejemplo, la creencia en vampiros. Si al realizar una exhumación se verificaba una actitud sospechosa del muerto era lógico creer que se trataba de un vampiro; sin embargo, en la época de Edgar Allan Poe ya se había abandonado esta creencia, sustituyéndola por la sospecha más razonable de que aquel sujeto había sido enterrado vivo.
LAS ARPÍAS:
En la mitología griega, las Harpías o Arpías ‘que vuela y saquea’, eran inicialmente seres con apariencia de hermosas mujeres aladas, cuyo cometido principal era hacer cumplir el castigo impuesto por Zeus a Fineo: valiéndose de su capacidad de volar, robaban continuamente la comida de aquél antes de que pudiera tomarla. Esto las llevó a pelear contra los Argonautas.
En tradiciones posteriores fueron transformadas en genios maléficos con cuerpo de ave de rapiña, horrendo rostro de mujer, orejas de oso y afiladas garras, que llevaban consigo tempestades, pestes e infortunio. Esta es la forma que acabó por imponerse y que ha pervivido hasta la actualidad.
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