“Si tomaras en cuenta todos nuestros pecados, nadie podría presentarse ante ti. Pero tú nos perdonas. ¡Por eso mereces nuestra adoración!” Salmo 103: 3-4 (T.L.A)
Una señora vivía enojada, molesta y realmente muy enfadada con su vecina, porque su perro le había dañado unas plantas. Esa situación tenía ya más de tres años, y cuando la señora enojada miraba a su vecina, cerraba las cortinas de la ventana de la sala para no verla. Ese nivel de enojo iba en crecimiento, por el simple hecho de no perdonar. Así como esta señora, puedo mencionar casos de compañeros de trabajo, que tienen enemistad con su compañero más cercano. O estudiantes que viven así, ya sea porque les hicieron algo, o por diferentes razones.
El tema del perdón pareciera muy fácil, pero la verdad es muy complicado, ya que cada persona ofendida o molesta que no perdona, siempre alega que tiene la razón.
Algunas personas tienen que perdonar a los demás, pero existe también el perdonarse así mismo. A pesar que muchos pueden encontrar la gracia de perdonar a los demás, muchos no pueden perdonarse a sí mismos. Usted puede hacer daño a los demás por no perdonarles, pero el daño más grande se lo hace a sí mismo, cuando no se perdona. Si no podemos perdonarnos a nosotros mismos, entonces nosotros estamos diciendo que Dios tampoco no nos ha perdonado.
La oración modelo que nuestro Señor Jesucristo nos dejó dice respecto al perdón: “Perdona el mal que hacemos, así como nosotros perdonamos a los que nos hacen mal” Mateo 6: 12 (T.L.A)
La pregunta que muchos se hacen es: ¿Qué yo tengo que perdonar?. La respuesta a esta pregunta sin importar si tiene o no la razón es: SI, USTED TIENE QUE PERDONAR. El perdón es uno de los atributos de Dios. El nos perdonó porque nos amó desde antes de nacer. La falta de perdón trae odio, celos, enojo, enemistades, pleitos, amargura, problemas de temperamento, división, aislamiento y depresión entre otras cosas. Todo esto se genera en una persona que no perdona. La palabra de Dios es tan clara, tan específica, que cuando la persona se siente confrontada, lo que hace es ignorar las recomendaciones de nuestro Padre Celestial. Cristo murió por nosotros, nos perdonó y nos dio vida eterna. Si Él nos perdonó, ¿porque no imitamos su digno ejemplo? Debemos de perdonar, y amar. Nadie sana para perdonar, se perdona para sanar.
Hoy te compartimos estos versículos:
“Si ustedes perdonan a otros el mal que les han hecho, Dios, su Padre que está en el cielo, los perdonará a ustedes. Pero si ustedes no perdonan a los demás, tampoco su Padre los perdonará a ustedes” Mateo 6: 14-15 (T.L.A)
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