MANIFESTANDO EL HOMBRE RESUCITADO
Declare: los dos hombres que conviven dentro de mí no pueden seguir allí; hoy mato al viejo hombre. Entender este diseño es construir el puente hacia nuestro destino; ir de la palabra a los hechos.
Salmo 139:16 “Tus ojos veían mi embrión, todos mis días fueron trazados, y se escribieron en tu libro, cuando aún no existía ninguno de ellos.” Ya usted viene de estar al lado del Señor, del único que tiene el soplo de vida. Cuando Dios lo creo a usted, Él escribió su propósito de vida en el libro de la vida.
Cuando el hombre cayó, ese propósito que el Señor le asignó, e mantuvo, lo que cambio fueron las condiciones para llegar a él. Sea consciente de la magnitud de su propósito de vida, tan grande que Yeshua derramó su sangre por ese propósito. A mayor oposición más grande es el propósito de vida que usted tiene. No se conforme, estos son tiempo para levantarse a pelear por lo que Dios escribió para usted desde la eternidad.
Juan 3:3-6 “Respondió Jesús, y le dijo: De cierto, de cierto te digo: El que no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. Le dice Nicodemo: ¿Cómo puede nacer un hombre siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo: El que no nazca de agua y Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que ha nacido de la carne, carne es; y lo que ha nacido del Espíritu, espíritu es.” Si no nace de nuevo no puede ver lo que el Señor tiene para usted. En el primer nacimiento, usted nació separado de Dios, porque lo que nace de la carne, carnes es, pero, usted traía consigo unas trazas que le recordaban a su espíritu que usted viene del Reino de los Cielos, eso es lo que debemos conectar con el Señor.
La carne, por la caída del hombre, no está asociada ni a Dios ni a Reino de los Cielos; está asociada al reino de la oscuridad, de Satanás. Con esa verdad en mente, que su carne está asociada al gobierno contrario al Señor, puede entender el porqué de la necesidad del segundo nacimiento.
El segundo nacimiento es de agua y de espíritu, se trata de nuestro ser espiritual, de nuestra alma y nuestra mente, ya que están desconectadas de Dios y deben reactivarse, nacer y tomar vida de adentro hacia afuera. Lo primero que sucede cuando usted se reconecta con Dios, confesando a Yeshua como su Señor y Salvador, es que se reestablece el diseño original el cual Dios había hecho desde la eternidad, antes de que usted fuese siquiera un embrión; resucita el hombre nuevo.
Cuando usted es activado comienza la lucha entre esos dos hombres, el viejo de naturaleza caída y el nuevo conectado a Dios. El hecho de que usted haya confesado a Yeshua, de que usted se haya bautizado, no lo libra de ese hombre viejo, él estará allí guerreando con el hombre nuevo hasta que ya no vivamos en este cuerpo físico. El hombre viejo lleva consigo grabados en su mente carnal los hábitos de la concupiscencia, el sentir deseos no agradables a Dios. Ese deseo, esa inclinación natural para juzgar, mentir, desanimar y actuar en contra de Dios la lleva ese hombre viejo, cargado totalmente de desesperanza. El hombre caído opera por sus propias fuerzas, por eso se agota; tiene una mente muy limitada; no ve los planes de Dios para su vida.
Génesis 3:14 “Entonces dijo el Señor a la serpiente: Por cuanto has hecho esto, ¡Maldita tú entre todos los animales y entre todas las bestias del campo! Sobre tu vientre andarás, Y polvo comerás todos los días de tu vida.” La raíz materna en hebreo de la palabra polvo es carne; por lo cual, a causa de la caída, la condición de santidad y consagración de nuestro cuerpo, nuestra carne, se convirtió en maldición. Por eso fue que Yeshua se dejó lacerar la carne, para abrir la puerta y restituir el templo del Señor, que es el cuerpo de cada uno de nosotros, somos cuerpo del Espíritu Santo.
Cuando usted se mueve en la carne, se hace uno en la naturaleza caída, con la serpiente de Satanás. No nos estamos refiriendo a pecados tan graves como un homicidio, vamos a algo más simple, cuando usted juzga, miente, habla mal de un hermano… ya se está haciendo uno con la serpiente. Dios no hace distinción entre los pecados, para Él todo lo que viene de la carne es igual.
Ese hombre caído es aquel que solo tiene como función estorbar y atrasar el cumplimiento del propósito de vida que Dios ya estableció para su vida. A través de los años, sin conocer al Señor, nuestra mente estuvo operando, adquiriendo una programación errónea en muchos aspectos, pero como tenemos tanta confianza en nuestros sentidos, no nos damos cuenta.
Sucede que el hombre nuevo le esta hablando sobre una palabra profética que recibió, de un nuevo negocio, de un proyecto, de que ira a las naciones a expandir el Reino de los Cielos; pero como no lo está viendo, sino está enfocado en la rutina diaria, porque esa sí la conoce, entonces la cree y se deja robar las bendiciones que ya tienen su nombre escrito.
Dios no tiene nada que hablar con el hombre caído, porque no tiene ningún compromiso con él. Dejamos que ese hombre viejo nos influya en todos los aspectos de nuestra vida; lo escuchamos más y mejor porque estamos acostumbrados a convivir con él, lo conocemos a la perfección y sabemos lo que le complace. Por todo esto, nuestra lucha es fuerte cada día, pero nuestra mente espiritual debe dominar a la carnal, para así alinearnos con el Señor.
Romanos 12:2 “No os adaptéis al mundo, sino sed transformados por la renovación de la mente, para que comprobéis cuál es la voluntad de Dios: Lo bueno, lo aceptable y lo perfecto.” Regrese a la mente que Dios le dio; cambie de manera de pensar y de ser; transfórmese.
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