El hombre encantado, de Charles Dickens (1848)

No el hombre encantado charles dickens no es mi intención afirmar que lo que todo el mundo dice ha de ser cierto con la misma frecuencia es posible que todo el mundo se equivoque o tenga razón de acuerdo con la experiencia general todo el mundo se ha equivocado muchas veces y en la mayoría de los casos a ha tardado extraordinariamente en descubrir hasta dónde llegaba su error está demostrado que esta autoridad es falible hay veces en que todo el mundo puede estar en lo cierto pero la regla no es esa como dice el espectro de giles jeans en la balada la espantosa palabra espectro me trae nuevamente a mí todo el mundo afirmaba que tenía aspecto de hombre hechizado el alcance de mi pretensión con respecto a todo el mundo es que en este sentido al menos tenía razón era lo que indicaba su aspecto quién que hubiera visto sus chupadas mejillas sus brillantes ojos hundidos su figura vestida de negro de una tristeza indefinible aunque bien constituida y proporcionada sus cabellos grises desmelenado como una maraña de algas colgándole sobre el rostro como si durante toda su vida hubiese sido un límite solitario para que en él se estrellase invadiese el piélago inmenso de la humanidad no hubiera dicho que parecía un hechizado quién que hubiese observado su porte taciturno pensativo lúgubre velado por la habitual reserva siempre retraído y jamás alegre con el aspecto extraviado de quien vuelve a un lugar y una época pasados o del que escucha en su imaginación los ecos pretéritos no hubiera dicho que tenía toda la apariencia de un hombre hechizado quién que hubiese oido su voz pausada profunda y grave de una fluidez natural a la que diríase que el mismo se oponía conteniendo la no hubiese sostenido que era aquélla la voz de un hechizado quien que le hubiese visto en su habitación interior mitad librería mitad laboratorio porque era como sabían en todas partes un hombre muy versado en química y un profesor de cuyos labios y manos quedaban prendidos diariamente una multitud de oídos y miradas ansiosos quien que lo hubiera visto solitario en las noches de invierno rodeado de sus drogas de sus libros e instrumentos junto a la sombra de su lámpara reflejada sobre la pared como un monstruoso escarabajo inmóvil entre una multitud de formas espectrales que surgían allí al flamear del fuego sobre los extraños objetos que le rodeaban mientras algunos de aquellos fantasmas reflejos de las vasijas de cristal que encerraba en los líquidos al temblar desde su fondo como si conociesen su poder para desintegrar los y devolver sus partes componentes al fuego y al vapor quieren que lo hubiera visto entonces al terminar su trabajo reflexionando en su asiento ante la rejilla enmohecida y la roja llama moviendo los delgados labios como si hablara pero silencioso como los muertos no hubiera dicho que aquel silencioso hombre estaba hechizado y la estancia también quién no hubiera creído en un fácil capricho de la fantasía que todo cuanto le rodeaba adquiría ese tono de encantamiento y que vivía en un mundo fantástico su morada era solitaria como una cripta un lugar apartado y vetusto de una antigua fundación para estudiantes que había sido en un tiempo airoso edificio erigido en un lugar abierto pero que se había convertido ya en anticuado capricho de olvidados arquitectos ennegrecido por el tiempo y la intemperie estrujado por la expansión del la gran ciudad y cegado como un pozo viejo con piedras y ladrillos sus patios reducidos yacían en verdaderas ollas formadas por las calles y edificios que al correr del tiempo habían sido construidos por encima de sus pesadas chimeneas y eran insultados sus viejos árboles por las humaredas vecinas que se dignaba descender hasta ellos cuan no eran débiles y plácido el tiempo los macizos luchaban con la tierra llena de moho para convertirse en yerba o para lograr la apariencia de algo semejante su silenciosos enlosados estaban poco acostumbrados al peso de los hombres e incluso a ser observados escepto cuando algún rostro extraviado miraba hacia abajo desde el mundo superior or preguntándose qué escondrijo sería aquél había un reloj de sol en un ring cotillo enladrillado pero hacía más de cien años que allí no daba el sol más en compensación a este olvidado solar la nieve perduraba varias semanas cuando no existía en otros lugares y el negro viento del este giraba como una enorme peonza lleno de