Diciembre es tiempo de balances y en Francia el panorama va de amarillo a negro para el presidente Emmanuel Macron.
La ola de manifestaciones de los llamados “chalecos amarillos”, un movimiento heterogéneo y sin líder, que comenzó el 17 de noviembre en oposición al aumento de los impuestos a los combustibles ha paralizado a Francia durante estos días.
Macron cedió, anulando la medida, que formaba parte de un plan para combatir el cambio climático, y congeló los precios del gas y la electricidad durante los próximos meses. Sin embargo, eso no bastó porque ahora, los indignados exigen al Gobierno que baje los impuestos, y suba el salario mínimo y las jubilaciones.
Este sábado, por cuarto día consecutivo, en toda Francia, protestaron 136 000 personas. Hubo más de 1900 detenidos y una imagen del Gobierno muy debilitada. En la zona de los Campos Elíseos, los manifestantes intentaron prender fuego al frontis de un centro comercial de lujo, quemaron coches y lanzaron proyectiles a las fuerzas de seguridad.
¿Cuál es el panorama?
Algo poco alentador para la administración Macron. Mientras más del 70 % de los franceses apoya a los “Chalecos Amarillos”, la popularidad del presidente se desploma. Según las encuestas, el nivel de aprobación del mandatario alcanza apenas el 18 %. Con postales poco favorables para la imagen país como la detención de 146 estudiantes obligados a arrodillarse ante la policía y un despliegue de seguridad que alcanza a los 120 000 efectivos entre policías, gendarmes y bomberos a lo largo del país, 8000 de los cuales fueron focalizados en la capital, Paris.
El ministro de finanzas francés, Bruno Le Maire, dice que se debe esperar una nueva disminución del crecimiento económico en la fecha de cierre debido a las protestas, mientras que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, publicó en Twitter que “Las protestas en Francia se deben a las medidas contra el cambio climático”.
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