Contigo dentro (10/09/2018) - Sexo con defecto de fábrica

La de veces que me he metido en una cama muerta de la vergüenza. Sabiendo que no cumpliría ninguna de las expectativas de quien se metiera conmigo en ella. Ocupo mucho espacio. Tengo brazos de camionera. Malditas lorzas de la tripa. Ay, esas tetas bizcas. Cualquiera de estos comentarios los he escuchado refiriéndose a mí misma. Normalmente de amantes que no merecieron repetir. Ellas, sin embargo, jamás me recriminaron lo más mínimo. Señores, la sororidad nació del mismo desprecio que nos tuvieron ustedes siempre. No sé bien por qué en aquel entonces, a pesar de todos estos pesares, aquellos malditos consiguieron el título de amantes. Asumía por aquel entonces que nunca jamás sería lo suficientemente perfecta.

Camisón de raso por la rodilla, que se retuerza hasta arriba cuando me baje las bragas. Los huecos pertinentes para que pueda comerme las tetas, para que entre y salga sin que mi cuerpo emerja por los bordes. Sin desnudarme del todo fueron la mayoría de mis polvos en todos esos años, hasta que empecé a cansarme de no estar nunca a la altura.

Me gustan grandes, no muy delgados, con las manos inmensas y, a ser posible, que luzcan cicatrices. Me gusta apoyar la cabeza en sus barrigas, abrazar la inmensidad de su torso y reírme con ellos de la gomilla de mi braga, donde engancharán los churros que comamos esa misma mañana. Yo lo que quiero son amantes imperfectos para volverme loca con ellos y que yo les guste en toda mi imperfección. Fascinarme con su lunar, su falla y su desperfecto. Qué bueno ha sido aprender a quererme primero para poder quererlos a todos ellos después.

Vengo con defecto de fábrica para que seas tú el que adore la tara. Hazme la canallada de hacerme cambiar de planes y apuesta por repetir.