Juan 15:1-9 dice: “Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. (2) Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. (3) Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. (4) Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. (5) Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (6) El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. (7) Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. (8) En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. (9) Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor”.
El verdadero discipulado tiene por objetivo DARLE AL PADRE LO QUE ÉL ESPERA. (Ver Isaías 5).
· El llamado a ser discípulos responde directamente a la vida espiritual y sus objetivos nos llevan a las riquezas eternas principalmente.
· El evangelio de Jesucristo nos provee PRIMARIAMENTE Vida Eterna, por causa de la muerte de Jesucristo en la Cruz y por Su Gracia. Esa vida eterna es el asunto central del discipulado.
· Nuestra vida natural y temporal sólo será atendida en función de la vida de Cristo y todo recurso será provisto por causa de esa vida creciendo y avanzando en nosotros. (ver Juan 12:8; Mateo 6:25-34)
Note este detalle en las palabras de Jesús. ¿Por qué el Padre nos limpiará? Respuesta: Porque hemos dado un fruto. ¿Para qué seremos limpiados por el Padre? Respuesta: Para que demos más frutos. ¿Para quién son esos frutos? Respuesta: Para el Padre.
Esa limpieza no tiene que ver con los pecados solamente, sino que está pensada en nuestra productividad espiritual. No sólo debemos ser limpiados de los vestigios del viejo hombre, sus vicios y pecados; también debemos ser limpios de pensamientos que ocupan lugar y son improductivos. Ser limpios es recibir del Padre la capacidad de disponer tiempo, recursos y personas para que nuestra vida se vuelva más productiva en las cosas eternas.
¿Por qué la madurez espiritual de los hijos es tan importante? Porque es nuestra madurez (nuestras vidas dando frutos de la naturaleza de Dios en nosotros) lo único que provee al Padre de Su Esperanza, Su Expectativa.
Efesios 1:17-18 dice: “…para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, (18) alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos…”. (Se recomienda la lectura detenida de Efesios 1:15-23)
Filipenses 3:12 dice: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”.
Cuando el objetivo del evangelio se limita a la salvación de las almas, la única esperanza que se ve provista es la de los hombres. En la madurez de los santos se perfecciona el evangelio por causa de la provision de la Esperanza del Padre. Ver Romanos 8:24-25 y Efesios 1:4.
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