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La novela epistolar es la construida con una sucesión de cartas enviadas o recibidas por sus personajes protagonistas desarrollando así una trama.
Las amistades peligrosas. Ó, Las relaciones peligrosas, es una famosa novela epistolar escrita por Pierre, Choderlos de Laclos y publicada por primera vez en 1782. Se narra en ella el duelo perverso y libertino de dos miembros de la nobleza francesa a finales del siglo XVIII.
La novela nos relata la historia del Marqués de Merteuil y su enemigo, Valmont. Ambos contendientes utilizan el sexo como vehículo para humillar y degradar a los demás, convirtiendo esta noble actividad -el sexo- en una verdadera carrera de fechorías.
Las amistades peligrosas expone toda la decadencia aristocrática de su época, ese afán de diversión que normalmente terminaba en toda clase de crueldades, y que llegó a su fin durante a la Revolución Francesa, donde el mango de la sartén -y sus crueldades- cambiaron de mano.
Aquí podríamos hablar de una historia de antiamor, o de una historia amoral. Se desarrolla por medio de epístolas (barrocas, sobrecargadas, densas, pero intensamente atractivas). Las cartas entre el Marqués y Valmont son las que conducen el hilo de la trama, pero a ellas se suman muchas otras de diferentes personajes.
El folklore literario asegura que Las amistades peligrosas originó aquella célebre frase: La venganza es un plato que se sirve frío (La vengeance est un plat qui se mange froid). Sin duda es un detalle pintoresco, aunque falso, ya que todo el mundo sabe o simula saber que la frase no se encuentra en la novela y que cualquier frialdad atenta contra el concepto mismo de venganza.
Carta V de Las amistades peligrosas.
La marquesa de Merteuil al vizconde de Valmont
¿Sabe vmd., vizconde, que su carta es sumamente insolente y que tendría yo derecho a enfadarme si quisiera? Pero he visto por ella claramente que había usted perdido la cabeza, y sólo esto le libra de mi indignación. Amiga generosa y sensible, olvido mi propia injuria para no pensar sino en el peligro de vmd., y por más que sea cosa fastidiosa el razonar, cedo a la necesidad que tiene vmd. de ello en este momento. ¡Vmd. tener a la presidenta de Tourveil! ¡Qué capricho tan ridículo! Reconozco con ello la mala cabeza de vmd., que siemrpe desea justamente lo que cree que no podrá lograr. ¿Qué ve vmd. en esa mujer en suma? (...) Dos mujeres como ésta bastarían para hacerle perder toda reputación. (...) Acaso vencerá usted esta dificultad, pero no se lisonjee de destruirla. Vencerá vmd. al amor de Dios, pero no al temor del diablo; y cuando tenga entre sus brazos a su amada y sienta palpitar su corazón, esté seguro que es de miedo y no de amor. (...)
Sin embargo, tal es el bello objeto por el cual vmd. me desobedece, se entierra en casa de su tía, y renuncia a la empresa más deliciosa, y más capaz de darle honor. Escuche vmd.; le hablo sin enfadarme, pero en este momento estoy tentada de creer que no merece vmd. la reputación que tiene, y sobre todo lo estoy de cesar de hacerle mi confidente. Nunca me acostumbraré a decir mis secretos al amante de la señora de Tourvel.
Sepa vmd., no obstante, que la señorita Volanges ha hecho ya una conquista. El joven Danceny está loco por ella. (...) Le aconsejo que muestre dulzura, porque en este momento nada me costaría dejarle. Estoy segura de que ahora tuviese la buena idea de romper con él, se desesperaría, y nada me divierte más que un amante desesperado. Me llamaría pérfida, y esta palabra me ha dado siempre mucho gusto. Después de la de cruel es la más dulce para el oído de una mujer, y cuesta menos merecerla. Seriamente voy a ocuparme de esta ruptura; vea vmd., sin embargo, de lo que vmd. es causa. Por eso lo echo sobre su concienca. Adiós; recomiéndeme vmd. a las oraciones de su presidenta.
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